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Familias aromáticas: Frutal

La familia aromática frutal considera un rango más amplio al planteado por la familia cítrica tomando frutas que por lo general destacan por una impresión dulce y pulposa, siendo una de las incorporaciones más nuevas dentro de la historia de la perfumería principalmente por tratarse de una materia prima difícil de extraer ya que no posee una cáscara gruesa como las naranjas o los limones donde se concentran los aceites aromáticos, y con la pulpa aportando un jugo que es propenso a fermentación y podredumbre. Esta situación ha cambiado en las últimas 3 décadas gracias al mejoramiento de las técnicas de cromatografía y el uso de moléculas sintéticas similares a la de los saborizantes usados en alimentos.

Los primeros perfumes frutales optaron por el uso de notas de durazno, damasco y ciruelas que aportan un acabado ligeramente maduro y que se aprecian en Femme Rochas de 1944, Charlie de Revlon de 1973, Rumba de Balenciaga de 1989 (ahora de Ted Lapidus) y Trésor de Lancôme de 1990, pero todos ellos siguiendo un mismo esquema donde la nota frutal es un complemento a una línea principal de corte floral y en particular con estas frutas creando una sensación de prolongación de notas de miel, polen y resina.

A finales de los años 80 toma fuerza la necesidad de aproximarse a un nuevo público donde los tonos clásicos no representan a la juventud, surgiendo explosiones dulces y más alegres y extrovertidas de frutos rojos como en Electric Youth de Debbie Gibson de 1989 o la línea de desodorantes Teen Spirit de Mennen (adquirida por Colgate-Palmolive) de 1991. La creación de nuevas notas sintéticas frutales abre también la posibilidad de incluir al segmento masculino apareciendo algunas propuestas como Insense Ultramarine de Givenchy para hombre de 1994 y Opium pour Homme de YSL de 1995 donde ambos coinciden en una nota de grosellas oscuras.

A partir de ese punto surgen alternativas mucho más atrevidas que plantean dulzores atípicos como los efectos de tutti frutti del par On Él y On Ella de Jesús del Pozo del 2001 que recurren a piña, melón y berries azucarados reflejando una personalidad dinámica y alegre y que rompe esquemas abriendo el nuevo milenio, con varias casas de perfumes renovando la estructura clásica elegante al durazno y apostando por propuestas como las frambuesas de Hot Couture de Givenchy del año 2000, el punto de coco de Hypnotic Poison de Dior de 1999 y el melón complementario al fondo oriental de S.T. Dupont pour Femme de 1998.

En la actualidad los perfumes frutales se sostienen como una familia aromática que es capaz de mostrarse de forma independiente o dominante en una fragancia (y que en algunos casos evolucionó hacia un estilo mucho más denso al gormand al elevar la proporción de azúcar), destacando algunos ejemplos como las vetas al kiwi de la serie Ralph y el mango de Polo Black y Polo Double Black, todos de Ralph Lauren, la manzana alta de la serie DKNY Be Delicious de Donna Karan o las líneas de lichís y membrillo con kiwi de Fantasy de Britney Spears, siendo además el grupo frutal el sello distintivo por el que han optado varias marcas como las ediciones de verano de Escada, Juicy Couture, Victoria Secret y Ágatha Ruiz de la Prada.